Se suele pensar en el aikidô como una forma de defensa personal especialmente adecuada para las mujeres porque, a diferencia de otras artes marciales, no necesitas ser más fuerte que tu oponente.
Es cierto que con el aikidô aprendes a mantener la calma en situaciones de conflicto y a utilizar la fuerza de tu oponente para neutralizarlo. Pero el aikidô es mucho más que una forma de defensa personal. El aikidô es ejercicio físico, es autocontrol y es desarrollo humano y espiritual.