SAOTOME, MITSUGI: Los principios del aikido. Editorial Paidotribo. Barcelona, 2001. Pág., 227.
«Cuando yo era uchi deshi de O Sensei, a todos se nos requería que vistiéramos una hakama para practicar, desde la primera vez que poníamos el pie sobre la estera. Por aquel entonces no había restricciones en cuanto al tipo de hakama que nos pusiéramos, por lo que el dôjô era un lugar de gran colorido. Se veían hakama de todas clases, de todos los colores y calidades, desde las hakama para kendô, hasta las hakama a rayas usado en la danza japonesa, y las costosas hakama de seda llamadas sendai hira.
Me imagino que algún estudiante principiante, que tomó prestada la cara hakama de su abuelo, destinada a ser usada tan sólo en ocasiones y ceremonias especiales, se enfrentó con un serio problema al desgastar las rodillas de dicha hakama al hacer prácticas en suwari waza.
Recuerdo vivamente el día que olvidé mi hakama. Me estaba preparando para entrar en la estera para practicar, llevando puesto solamente mi dogi, cuando O Sensei me detuvo. «¿Dónde está tu hakama?», preguntó con severidad. «¿Qué te hace pensar que puedes recibir la instrucción de tu maestro llevando puesta solamente tu ropa interior?, ¿No tienes sentido del decoro? Es obvio que careces de la actitud y la etiqueta necesarias en el que quiere adiestrarse en el budô. ¡Ve a sentarte al lado y mira la clase!».
Esta fue solamente la primera de las muchas regañinas que recibí de O Sensei. No obstante, mi ignorancia en esta ocasión incitó a O Sensei a sermonear a sus uchi deshi después de la clase sobre el significado de la hakama. Nos contó que la hakama era el traje tradicional para los estudiantes de kobudo y nos preguntó si algunos de nosotros conocíamos la razón de los siete pliegues en la hakama.
«Simbolizan las siete virtudes del budô«, dijo O Sensei. «Son: la jin (benevolencia), el gi (honor o justicia), la rei(cortesía y etiqueta), la shin (sinceridad), la chu (lealtad), el yu (coraje) y la koh (piedad). Hallamos estas cualidades en los distinguidos samurai del pasado. La hakama nos incita a reflexionar sobre la verdadera naturaleza del bushidô. Llevarla puesta simboliza tradiciones que han pasado de generación en generación. El aikidô nace del espíritu del bushidô de Japón, y en nuestra practica debemos esforzarnos por cumplir las siete virtudes tradicionales».
En la actualidad, la mayoría de los dôjô de aikidô no siguen la estricta política de O Sensei sobre el hecho de vestir hakama. Su significado ha degenerado desde un símbolo de virtud tradicional al de un símbolo de estatus para yudansha. He viajado a muchos dôjô de muchas naciones. En muchos de los lugares en donde sólo los yudansha visten la hakama, los yudansha han perdido su humildad. Consideran la hakama como un trofeo a exhibir, como el símbolo visible de su superioridad. Este tipo de actitud convierte a la ceremonia de inclinarse ante O Sensei, con la que comenzaos y finalizamos cada clase, en una burla de su memoria y de su arte.
Pero todavía, en algunos dôjô, a las mujeres de rango kyu (y solamente a las mujeres) se les exige que vistan la hakama, supuestamente para preservar su modestia. Para mi esto es insultante y discriminatorio para las mujeres aikidoka. También es insultante para los aikidoka varones, porque presupone que son unos malpensados, actitud que no tiene cabida en la estera del aikidô.
Reducir la hakama a un uso tan mezquino, me entristece. Puede parecer una cuestión trivial para algunas personas, pero me acuerdo muy bien de la gran importancia que daba O Sensei al hecho de vestir la hakama. No puedo descartar la importancia de esta prenda, y nadie, creo, puede disputar el gran valor de las virtudes que simboliza. En mi dôjô y en sus escuelas asociadas, animo a todos los estudiantes a vestir la hakama con independencia de su rango o grado. (No lo exijo antes de haber logrado su primer diploma, puesto que los principiantes de Estados Unidos no suelen tener abuelos que les puedan prestar su hakama). Creo que vestir la hakama y conocer su significado ayuda a los estudiantes a ser conscientes del espíritu de O Sensei y a mantener viva su visión.
Si dejamos que la importancia de la hakama se marchite, quizás comenzaremos a permitir que cosas fundamentales para el espíritu del aikidô también caigan en el olvido. Si, por otro lado, nos mantenemos fieles a los deseos de O Sensei relativos al vestido, nuestros espíritus quizás sean más fieles al sueño al que dedicó su vida…»